Un cuerpo de creencias se identifica y construye: por los fines que exterioriza, las acciones que realiza, las formas y modos en el actuar, y los logros que obtiene.
El modelo teórico del señor Marx en el siglo XIX, las adecuaciones del señor Lenin en la URSS en el siglo XX y las posteriores adaptaciones realizadas siguen atendiendo el momento, circunstancias y el “estilo” del líder en turno, siempre caracterizados por la acumulación de poder y el crecimiento de la pobreza.
Las premisas y elementos sustantivos prevalecientes son: alcanzar un régimen social, mediante un movimiento político, promoviendo una ideología social que logre la unidad nacional, donde el principal criterio es que “la verdadera” igualdad social es la “distribución pareja de los bienes”.
Aplicar un programa para abolir la propiedad privada de los medios de producción, la división de clases (consideran dos) y la explotación del hombre por el hombre.
Construir una sociedad sin ricos ni pobres, dueña de los medios de producción que serán administrados por el gobierno, quien se encargará de la distribución pareja de la riqueza generada, cambiando radical y positivamente todos los ámbitos de la vida social de un país.
Esta conceptualización define el povimiento político y la ideología social que ya llevan tres años construyéndose en nuestro país, avanzando en modificaciones al marco normativo, sin resultados favorables hasta el momento en nuestra situación interna y externa.
La unidad nacional enfrenta una polarización social creciente alimentada por un discurso con argumentos sin acreditar, delimitando buenos y malos, incentivando el odio a los “malos” y sus supuestos defensores, provocando un crecimiento sustantivo de pobres-buenos.
Inapropiado o ingenuo, mencionar algún avance en el bien común para el establecimiento del anhelado régimen social.
En el modelo original, para llegar a este régimen de perfección social, el individuo debe continuar participando “por un tiempo” en la generación de riqueza, recibiendo pago por su trabajo, en tanto el gobierno empieza a administrar la propiedad de todos los medios de producción.
Estas etapas previas dan lugar a una tercera clase social, identificada como clase media en nuestro país desde hace ya muchos años, caracterizada por la aspiración de “los pobres y los muy pobres de proporcionarse, por sí mismos, los satisfactores a sus necesidades”.
Nuestra clase media es generadora de riqueza y recibe parte de esta conforme a su trabajo, su educación, conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes y resultados en la actividad que desarrolle.
Todas estas cualidades, atributos y características, curiosamente, inciden en el concepto positivo de una persona con aspiraciones y que recientemente fue objeto de menosprecio desde la máxima tribuna del gobierno nacional, calificando como aspiracionista a quien ante la incapacidad gubernamental busca por sí mismo mejorar su casa, comida y sustento,
La embestida contra nuestra clase media inició con despidos masivos de la Administración Publica federal, el retiro de los apoyos a pequeños y medianos empresarios, el desamparo generalizado del gobierno ante los efectos de la pandemia y los desafortunados calificativos recientes desde la máxima tribuna nacional, motivando una respuesta abierta y enjundiosa, que poco ayuda a la unidad nacional.
Comentarios, que después de la embestida mencionada, pueden interpretarse como el preludio de su desaparición inmediata, lo que irremediablemente los sumará a las filas de la pobreza.
No encuentran las acciones para alcanzar la “verdadera igualdad social”, ni se consolida el “movimiento político” que reorganice la sociedad; donde solo exista la propiedad de todos y se reparta equitativamente lo que produce; los únicos cambios visibles son la acumulación de poder y el crecimiento de la pobreza.
Construir una nueva estructura orgánica-funcional para generar y distribuir toda la riqueza del país, partiendo de una administración del gasto público que no logra resultados positivos en salud, educación, seguridad, ocupación, producción, que son parte de su responsabilidad actual, es todo un desafío.
El cuerpo de creencias y el movimiento político que estamos viviendo se vuelve un galimatías por la enorme carga de incongruencias en sus metas parciales, formas, modos de actuar, y la escasez de logros positivos profundiza las divisiones y confrontaciones entre la sociedad, alejándose cada vez más del régimen de perfección pregonado, atendiendo retóricamente las aspiraciones de sus creyentes actuales y sin posibilidad manifiesta de unificar la fracturada sociedad; el tiempo se sigue agotando.
* El autor de esta colaboración es General de División Diplomado de Estado Mayor y Maestro.