La administración cumple una función importante en la determinación de los protocolos y acciones que se deben atender para alcanzar los objetivos de toda tarea, impuesta por las circunstancias o por estar en un proyecto preestablecido;
La planeación, como primera etapa de este proceso, debe partir de la identificación de la situación que prevalece, determinando las causas y factores que la originan, deduciendo los posibles obstáculos o interferencias que se puedan generar; y, mediante el análisis de ambos productos, establecer la estrategia por atender, precisando participantes, objetivos, metas, y líneas de acción de carácter general y detallado.
En seguridad nacional, se deben identificar los obstáculos o interferencias, que impiden o limitan la consecución de los objetivos que se finquen, clasificándolos por su origen, ya sea interno o externo; razones de tiempo y distancia; el ámbito donde actúan, ya sea político, económico, social o psicosocial (aquí está incluida la salud), militar o de fuerzas armadas, geográfico; determinar las formas y los modos, las prioridades para enfrentar oportunamente las medidas y la dosis de capacidad nacional requerida.
Estos ámbitos sirven para agrupar las instancias estatales y no estatales que tengan atribuciones compatibles al obstáculo o interferencia de que se trate.
Es ilusorio considerar a todos los países con igual peso específico en la panorámica mundial, como lo es el pensar que vivimos en una ínsula y estamos ajenos a los problemas que pueden o ya están aquejando a otros países (globalidad).
Para el administrador en seguridad nacional, es fundamental rodearse de los científicos y especialistas en el ámbito que nos ocupe, la obtención de información de valor y comprobable, siendo de vital importancia el prever y prevenir las características, dimensiones y momentos de los riesgos, tanto presentes como probables.
En un recuento cronológico, es evidente que el Gobierno Federal tuvo tiempo para planear y atender la pandemia; se tomaron acciones a manera de paliativos, en un claro desfase con la Organización Mundial de la Salud y el contexto prevaleciente en lo internacional e interno.
El discurso oficial ha transitado entre la incredulidad y la negación de la existencia y consecuencias del Covid-19 influyendo profundamente en la población, que se ha mantenido sin acatar las medidas de “sana distancia, empleo del cubreboca y autoaislamiento”.
La pandemia que nos ocupa es una situación circunstancial, que, al soslayar su atención, le permitimos rebasar el nivel de riesgo, convirtiéndose en la actual amenaza a nuestra seguridad nacional.
El incremento explosivo de contagios, enfermos graves y muertes, recurrentemente no reconocidos oficialmente, ha saturado los hospitales de nuestro sistema de salud.
El Gobierno Federal ha intentado recuperar algunas de las actividades económicas perdidas, pero ante los sesgos y errores en la información cualitativa y la negativa a realizar pruebas masivas de diagnóstico, seguimos desconociendo la amplitud y puntos críticos del contagio, por lo que al relajar o cancelar las medidas de autoaislamiento periódicamente, surgen nuevas olas de contagio y muertes, llevándonos inevitablemente a mayores niveles.
Se nos informa oficialmente, como panacea, que ya existe y se utilizará una vacuna, cuando el debate público entre científicos se enfoca a los riesgos que representan las formas y tiempos reducidos en su elaboración; la pronta disposición de las cantidades necesarias y el desafío para su aplicación a todos los mexicanos.
Ahora, después del relajamiento en la promoción de medidas preventivas, la autoridad federal toma una decisión unilateral impositiva para su aplicación, desdeñando la libertad individual que ha privilegiado en las etapas anteriores.
El escenario es de espinosa predicción, pero la ralentización del campo económico comienza a obligar a tomar medidas para su reactivación en un claro dilema entre garantizar la salud de la población o reactivar la economía para evitar una crisis cada vez más grave que se traduce en una peliaguda recuperación económica.
El principal desafío es que el criterio y los fines para decidir siguen siendo políticos y unilaterales, muy alejado de la ciencia, la administración y la seguridad nacional; seguimos sin tener información veraz sobre cuántos, y dónde se dan los contagios, mientras crece el número de muertes, que cada vez es más difícil ocultar.